martes, 20 de diciembre de 2011

Abra la Puerta

Isaías 61:3 “a ordenar que a los afligidos de Sion se les de gloria en lugar de ceniza, oleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados arboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.”

Elisabet, la mujer  del sacerdote Zacarías, era una mujer que en su vejez tuvo experiencia primaveral. (Lucas 1:36) Tenía en su vientre una promesa. Pese a sus años, ella estaba más cerca de su destino en ese momento de lo que había estado en su juventud. Probó que Dios nos bendice en el momento que estima conveniente y en sus propios términos. Ella era un ejemplo vivo del verso en  Isaías 61:3. Ciertamente recibió “gloria en lugar de ceniza, oleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiad”. 

Podemos imaginar que Elisabet pudo haber pasado muchos años anhelando un hijo. Conocía la vergüenza de ser estéril en los tiempos bíblicos y quizás ya había desistido de lograrlo. Pero Dios tenía otros planes. A una edad que algunos podrían considerar muy avanzada para tener hijos, Elisabet estaba embarazada. Ella también estaba sola. Puede que esto se debiera a la actitud de la comunidad. Cuando una mujer entrada en años es todavía una mujer vibrante y productiva, otros pueden sentirse celosos o intimidados. Quizás haya sido la silenciosa quietud de su vientre lo que otros creían que ella experimentaba. Cualquiera que haya sido la razón, ella se ocultó en su casa durante seis meses antes de escuchar que tocaban enérgicamente a la puerta. 

Cuando Elisabet levantó su cuerpo achacoso y arrastró su torso alargado hacia la puerta, vio a una joven muchacha, una imagen de si misma en días que ya habían quedado atrás. Al abrir aquella puerta su vida cambio para siempre. María, la futura madre de nuestro Salvador y Señor, la joven prima de Elisabet, estaba a la puerta. El saludo de esta joven, la revelación de su experiencia, hizo saltar al niño en el vientre de Elisabet, y ella fue llena del Espíritu Santo. 

Si usted se ha aislado de los demás, no importa la razón, oro para que usted escuche al Señor tocando la puerta. Él le dará el manto de alegría en lugar del espíritu angustiado. Mientras usted le abre la puerta a nuevas relaciones y remueve las cadenas de sus propios temores, Dios la inundará con un nuevo esplendor. El reanimará su corazón. Él no quiere que usted se quede sentada en una silla y muera. ¡En el nombre Jesús, levántese y abra la puerta! 

TD Jakes, Santa Biblia: Mujer: ¡Eres libre!

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