viernes, 4 de septiembre de 2009

El Temor y la Fe


Se suele pensar que el temor es el antónimo de la fe. La fe nos motiva a hacer algo, pero el temor nos aleja de nuestras metas y nos oprime. La fe es la clave para todo lo que emprendemos, el temor a fracasar nos lleva a evitar dar los primeros pasos. Sin embargo la fe en Dios nos liberta, nos da la seguridad y paz que nos permite ser capaces de hablar de sus maravillas; el temor en el hombre es el que mantiene nuestras bocas cerradas por el ¿qué dirán?

Ahora yo les quiero hablar de un temor que rompe cadenas y liberta los corazones, el temor a Dios. Este temor no es como el temor a los hombres o a las alturas o algún tipo de animal; es un temor que va más allá, un temor que muestra respeto, admiración y reverencia hacia la figura celestial y divina de Dios. Este temor abre nuestros ojos y nos muestra el Dios que tiene todo poder y autoridad, sobre quien el mal, no prevalece. A este temor se refiere Jesús en Mateo 10:28 cuando nos dice: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” Cuando tememos a Dios que está a nuestro lado y nos apoya, el temor al hombre desvanece, es por eso que el temor a Dios nos libera de todo temor que nos evita hablar sobre su evangelio de salvación.

La fe y el temor a Dios generan en nuestra vida cristiana sentimientos de seguridad, pasión por Dios y su palabra, amor fervoroso hacia Él, esperanza y el anhelo de contar las maravillas de Dios con otros. Esto, sin importarnos el qué dirán o, el rechazo de otros. Jesús es nuestro Libertador. La fe y el temor santo a Él, nos capacita para comprobar lo que otros llaman imposible. El temor y la fe en Dios son necesarios en nuestro crecimiento espiritual y mas aún son necesarios al momento de predicar la maravillosa palabra de Dios.

Por: Angélica Pérez Ortiz, inspirado por escritos del libro: “Locos por Jesús Tomo II”

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