Dios envió a su hijo Jesús al mundo a cumplir con un
propósito que cambio la vida y el curso de la humanidad por siempre. Envió a su
hijo a morir por los habitantes de este planeta y con su muerte se estableció
un vínculo de comunicación entre el hombre y Dios. Sabemos que Jesús era el
hijo de Dios y que por deseo de su padre es que es enviado a morir en la
Tierra. Por otro lado, el acto de sacrificio de Jesús es uno lleno de amor, un
amor que no se puede comprender, un amor que inunda el corazón de aquellos que
tratan de entenderlo.
Esta semana he meditado mucho en esto, mi mente y mi
corazón han recordado los versos se encuentran en 1ra de Corintios 13:4-7:
El amor es sufrido,
es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
[Reina-Valera 1960]
Y
también he recordado las palabras de Jesús a sus amigos en Juan 15:13
Nadie tiene mayor
amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. [Reina-Valera 1960]
Esto
es muy simple de entender, Jesús fue enviado por su Padre, pero su sacrificio y
sus actos van apoyados de un inmenso amor que, al igual que Dios, el sentía y
siente por nosotros. Así como el amor de Dios fue tan inmenso como para enviar
a Jesús a morir por una humanidad pecadora, el amor de su hijo fue igualmente
inmenso como para morir, no solo porque su padre lo ordenara.
Aun
cuando momentos antes de enfrentar el gran sacrificio Jesús oro al padre para
ser liberado del amargo sufrir que le esperaba, Jesús puso por delante la
voluntad de Dios. El mostró la pureza de su amor cuando en la cruz, en lugar de
condenarnos, oró por nuestra redención tomando nuestros pecados como suyos y presentándose
ante el padre como cordero de sacrificio.
La
salvación de la humanidad es un gran acto de amor, es el acto de amor más
grande que Jesús y Dios nos han demostrado. Detrás de la sangre derramada en la
cruz, de las espinas, de las acusaciones falsas, de los clavos y de la resurrección
esta la gran e inmensa fuerza del amor. Esta el poder de Dios en su forma más
pura y real pues Dios mismo es el amor.
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