Mateo 7: 1-2
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
Hace poco me senté a escuchar una canción de una artista popular...era una canción hablándole a todos aquellos que tenían una autoestima baja y habían sido constantemente rechazados por la sociedad. En mi opinión, tenía un mensaje positivo y alentador. La artista alentaba con su letra a sus oyentes para que dejaran atrás todo tipo de rencores y procuraran crecer como seres humanos, amándose por quienes son y no por quienes los demás desean que sean o los juzgaban de ser.
Al rato llegue a leer un artículo que criticaba el video y la lirica de la canción debido a que contenía una palabra soez y en el video se presentaba una escena de una joven intentando suicidarse. Entiendo que la artista si pudo utilizar otra palabra -lo cual hizo más tarde en una versión actualizada- y que en el video las escenas pudieron haber sido un poco más moderadas. Sin embargo mi enfoque con esta reflexión va hacia nuestro incesante deseo de juzgar y señalar lo que fulano hizo bien y lo que mengano hizo mal. Lamentablemente tendemos a ver más lo malo o lo feo de las cosas en lugar de ver las verdaderas buenas intenciones que hay.
Esta canta-autora escribió una letra positiva, lamentablemente utilizo una palabra que no todos usan o gustan de oír. Pero sus intenciones fueron positivas y buenas, quería dejarle saber a todos esos jóvenes que se encuentran luchando con depresión y baja autoestima lo mucho que valen. Lo que me duele y me choca es nuestra capacidad para juzgar todo. Esta artista comenzó un movimiento, quizás -de acuerdo a tu opinión o la mía- pudo haberlo hecho mejor...pero en lugar de juzgar (Cosa que Dios nos pide que NO hagamos) deberíamos movernos en pos de también hacer una diferencia.
A veces no las pasamos juzgando y reprochando todo lo que los demás hacen, sean cristianos o no. Sin embargo, no tomamos un minuto de nuestro tiempo para ver qué nosotros hacemos que sea de provecho para esta sociedad y que represente la naturaleza amorosa y perdonadora del Dios Todopoderoso.
En lugar de concentrarnos en quien lo hizo bien y como lo hizo, debemos enfocarnos en actuar de acuerdo a la naturaleza de Dios y representar un ejemplo vivo y eficaz de lo que es el amor y el perdón de Dios en la vida de un ser humano. Olvidémonos de decidir si el otro irá al cielo o al infierno y preocupémonos por cumplir la preciosa obra para la cual fuimos llamados. Comencemos a hacer una diferencia y llevar la verdadera perspectiva de lo que es ser Hijos de Dios y representantes de Cristo en este mundo.
La generación de este siglo nos necesita, pero no con dedos señaladores y miradas que juzguen si no con corazones dispuestos a amar, brazos abiertos para sanar y miradas llenas de amor para aceptar la diversidad que existe en cada persona. ¿Acaso Dios no te ha aceptado como eres?
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