La Cáscara de Guineo
por Angélica Pérez Ortiz
Era un día lleno de victoria para la joven que iba ganando esta pequeña carrera, estaba airosa, llena de felicidad mezclada con adrenalina. Era la primera de muchos en la recta final. De lejos podía sentir la victoria y ver esa singular franja roja que le dejaba saber que estaba llegando a la meta. Pero para su desgracia uno de los competidores más fuertes dejó caer una cáscara de guineo al suelo justo al frente de ella.
El resbalón fue doloroso y el sentir como esa estampida humana pasaba alrededor de ella sin divisar la situación era completamente frustrante. Lejos de su primer lugar, olvidada a tan solo metros de su meta, llena de dolor y frustración y con una rodilla lastimada esta chica no supo más que llorar. El equipo de primeros auxilios le ayudó a levantarse, le curaron de sus heridas, le revisaron su rodilla y el coordinador decidió otorgarle la medalla de superación.
La joven estaba muy triste pero no renunció a su sueño de ganar el primer lugar se recuperó e inmediatamente volvió a tomar su ritmo deportivo lista para la próxima carrera. En nuestra vida espiritual solemos caer en tentaciones, estamos constantemente siendo atacados por este competidor fuerte que es nuestro enemigo, es seguro que tiene un bolso lleno de cáscaras de guineo para que resbales.
Si caemos en pecado o tentaciones no debemos renunciar o pensar que hemos perdido la hermosa relación que teníamos con Dios. Estos son pensamientos totalmente erróneos y que deben ser desechados. Debemos en cambio arrepentirnos y desechar el pecado de nuestras vidas, alejarnos de lo malo y buscar hacer lo bueno. Volver a tomar nuestro ritmo espiritual y prepararnos para la próxima carrera.
Si la joven se hubiese quedado tirada en el suelo, llorando y gimiendo no hubiese a resuelto nada. Sus heridas se infectarían y su rodilla seguramente se debilitaría más. Eso le hubiese costado más tiempo de recuperación y por ende más práctica para volver a empezar de nuevo en vez de continuar donde se había quedado. La diferencia es que tomó la mano del quien le ayudaba se levantó con nuevas fuerzas y dispuesta a romper barreras.
Cuando tu competidor fuerte te tire la cáscara de guineo que te hace resbalar solo recuerda que si no te levantas la herida se infectará y tus fuerzas de esfumarán. Levántate si te has caído, afronta tu dolor recupérate con Jesucristo y continúa tu camino hacia el lugar más preciado que es nuestra meta en Cristo. Él te estará esperando con tu corona en sus brazos, él conoce tu corazón, tus esfuerzos y deseos de servir. Recuerda que el está caminando a tu lado. Esa es la mano amiga que te levanta después de la caída.
Filipenses 3: 13-14
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo queda atrás, y extendiéndome a lo que esta delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”
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