domingo, 31 de marzo de 2013


“Este es el pacto Yo haré con la casa de Israel después de  ese tiempo,” declara el SEÑOR.  “Yo pondré mi ley en sus  mentes y lo escribiré  sobre sus corazones.  Yo seré su Dios, y ellos serán mi gente.” (Jeremías 31:33, NIV)

¿Qué significa la Biblia cuando habla de un pacto nuevo entre nosotros y Dios?

El pacto nuevo es la solución definitiva a la rebelión humana.   El pacto viejo, roto por la gente, sería reemplazado por un pacto nuevo.  La fundación de este pacto nuevo es Cristo (Hebreos 8:6).  Es revolucionario, involucrando no solamente Israel y Judá pero igualado a los Gentiles. Ofrece una relación única personal con Dios en sí mismo, con sus leyes escritas sobre corazones de individuos en vez de piedra.  Jeremías anticipó con interés el día cuando Jesús vendría para establecer este pacto.  Pero para nosotros hoy, este pacto está aquí.

Nosotros tenemos la oportunidad maravillosa de hacer un comienzo fresco y establecer una permanente, la relación personal con Dios ( Jeremías 29:11;32:38-40).

El pacto nuevo es una relación personal entre Dios y su gente.  Dios escribiría su ley sobre sus corazones en vez de tablas de piedra como los Diez Mandamientos se escribieron.  Para Dios  escribir su ley sobre los corazones de su gente parece describir una experiencia muy parecida al nacimiento nuevo, con Dios tomando la iniciativa.



Cuando nosotros entregamos nuestra vida  a Dios por su Espíritu Santo, Él construye en nosotros el deseo de obedecer. Del mismo modo, después de  la última cena él tomó la copa, y dijo, “Esta copa es el pacto nuevo en mi sangre, que se vierte sobre ustedes.”  (Lucas 22:20, NIV)

El pacto nuevo viene mediante la muerte de Jesucristo.  En el Antiguo Testamento  Dios acordó que para perdonar pecados de la gente  ellos debían traer animales para que los sacerdotes los sacrificaran.  Cuando este sistema de sacrificio se inauguró, el pacto entre Dios y el hombre se selló con la sangre de animales ( Exodo 24:8).

Pero la sangre animal no quitó en sí el pecado (Dios es el único que puede perdonar el pecado), y los sacrificios animales tuvieron que ser repetidos día tras día y año tras año.  Jesús instituyó un  “pacto nuevo” o acuerdo entre los seres humanos y Dios. Bajo este pacto nuevo, Jesús moriría en el lugar de pecadores.  Diferente a la sangre de animales, su sangre (porque él es Dios) quitaría verdaderamente los pecados de todos quien ponen su fe en él.  Y el sacrificio de Jesús nunca más tendría que ser repetido;  sería suficiente para toda la eternidad. (Hebreos 9:23-28).

Los profetas anticiparon con interés este pacto nuevo que cumpliría el pacto antiguo. (Jeremías 31:31-34), y Juan el Bautista llamó a Jesús  “el Cordero de Dios, quien quita los pecados del mundo” (Juan 1:29). El pacto nuevo significa que nosotros podemos ir directamente a Dios mediante Cristo.  Este  “es el pacto mejor” se llama también el testamento o el pacto nuevo.  Es nuevo y mejor porque nos permite  ir directamente a Dios mediante Cristo.

Nosotros no tenemos más necesidad de confiar en animales sacrificados y mediando sacerdotes para obtener el perdón de Dios.  Este pacto nuevo es mejor porque, mientras todos los que sacerdotes humanos mueren, Cristo vive para siempre.  Los sacerdotes y los sacrificios no podrían salvar la gente, pero Cristo verdaderamente salva.

Usted tiene acceso a Cristo.  ¿ Él está disponible a usted, pero tiene que ir a él con sus necesidades.
Señor, ayúdame a llegar a ti en medio de mi quebranto para que puedas salvarme en medio de mi debilidad. Gracias por el nuevo pacto que llega a mí por medio de la muerte de Jesús en la cruz. Amén.

Dr. Serafín Contreras Galeano.
www.serafincontreras.com

sábado, 30 de marzo de 2013

Sacrificio de Amor


Dios envió a su hijo Jesús al mundo a cumplir con un propósito que cambio la vida y el curso de la humanidad por siempre. Envió a su hijo a morir por los habitantes de este planeta y con su muerte se estableció un vínculo de comunicación entre el hombre y Dios. Sabemos que Jesús era el hijo de Dios y que por deseo de su padre es que es enviado a morir en la Tierra. Por otro lado, el acto de sacrificio de Jesús es uno lleno de amor, un amor que no se puede comprender, un amor que inunda el corazón de aquellos que tratan de entenderlo.

Esta semana he meditado mucho en esto, mi mente y mi corazón han recordado los versos se encuentran en 1ra de Corintios 13:4-7:

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. [Reina-Valera 1960]

Y también he recordado las palabras de Jesús a sus amigos en Juan 15:13

Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. [Reina-Valera 1960]

Esto es muy simple de entender, Jesús fue enviado por su Padre, pero su sacrificio y sus actos van apoyados de un inmenso amor que, al igual que Dios, el sentía y siente por nosotros. Así como el amor de Dios fue tan inmenso como para enviar a Jesús a morir por una humanidad pecadora, el amor de su hijo fue igualmente inmenso como para morir, no solo porque su padre lo ordenara.

Aun cuando momentos antes de enfrentar el gran sacrificio Jesús oro al padre para ser liberado del amargo sufrir que le esperaba, Jesús puso por delante la voluntad de Dios. El mostró la pureza de su amor cuando en la cruz, en lugar de condenarnos, oró por nuestra redención tomando nuestros pecados como suyos y presentándose ante el padre como cordero de sacrificio.

La salvación de la humanidad es un gran acto de amor, es el acto de amor más grande que Jesús y Dios nos han demostrado. Detrás de la sangre derramada en la cruz, de las espinas, de las acusaciones falsas, de los clavos y de la resurrección esta la gran e inmensa fuerza del amor. Esta el poder de Dios en su forma más pura y real pues Dios mismo es  el amor. 

sábado, 16 de marzo de 2013

Fortalece tu Fe




Cuando Dios quiere hacer de ti una mejor persona, lo hace mediante la aflicción. Para desarrollar músculo tienes que levantar más pesas; éstos duelen cuando se aumenta la tensión. Pero si persistes, éstos se fortalecerán y lo que la semana pasada te hacía gemir, ahora te hace sonreír. ¿Quién dijo que la vida cristiana era fácil? ¡Desde luego que no fue Dios! Su Palabra la compara a un campo de batalla, no a un lecho de rosas. “…Sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 2:3). ¡Tu fe es el blanco preferido de Satanás! Jesús dijo a Pedro: “…Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte…”(Lucas 22:31-32).
Así como se separa el trigo de la paja, Satanás quiere separarte de tu fe. Pero Pedro no sólo sobrevivió al ataque, sino que se fortaleció por medio de él y escribió: “Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciera” (1 Pedro 4:12). Puesto que tendemos a sorprendernos cuando nos llegan las tribulaciones, Pedro trata con nuestra actitud hacia a los ataques. Quiere que aprendamos cómo pensar cuando seamos atacados a fin de captar la importancia de la batalla en la que nos encontramos. Es posible que Satanás ataque tu salud, pero en realidad su blanco es tu fe. O que toque tus finanzas, pero lo que busca es debilitar tu fe. Si consigue destruir tu confianza  en Dios y su Palabra, él gana y tú pierdes 
La Palabra Para Hoy
**Este devocional no es de mi autoria, fue compartido por: Roger Rojas y escrito por: Bob y Debbie Gass, con la colaboración de Ruth Gass Halliday. La gloria siempre sea para Dios.**

lunes, 11 de marzo de 2013

Batalla Con Uno Mismo


Cuando por una razón o por otra decidimos vivir bajo cualquier tipo de cosmovisión del mundo que no incluya en lo absoluto a Dios, desatamos dentro de nuestros corazones una de las batallas más destructivas y dañinas que nos podamos imaginar. Vivir una vida donde Dios sea Él cimiento para luego extirparlo y reemplazarlo por otra idea es como lanzar un edificio de múltiples pisos a un pantano de arenas movedizas y querer que no se inunde.

En la vida y a medida que crecemos experimentamos muchos procesos de cambio, de crecimiento, errores y en ocasiones horrores. Cambiamos, maduramos y aprendemos a ver Él mundo de formas diferentes a medida que nuestro tiempo en este mundo pasa. Sin embargo, descartar a Dios de nuestras vidas no es un proceso de cambio, es la herida más grave que nos podemos infligir a nosotros mismos es una declaración de guerra contra Él espíritu de Dios que permitimos que habite en nuestro ser.

Cuando expulsamos a Dios de nuestras vidas comenzamos a pelear con esa parte de nuestro ser que cree en Él, que vivía para Él. Tratamos de silenciar todas esas ideas, sentimientos y experiencias que nos aseguraban en algún momento sobre la existencia de Dios, sobre su  amor, sobre la realidad de nuestra relación con Él.

La persona que se separa de Dios después de conocerle vive el día a día peleando con sus ideas, convenciéndose de que no necesita de Dios y que la vida que vivió anteriormente era una falsa. Estas personas se adentran a largos periodos de depresión o se convierten en seres altamente controversiales o quizás muy introvertidos reservando dentro de su mente y corazón una tormenta de pensamientos y contradicciones. Cualquiera que sea la personalidad de adquieren, en su interior viven luchando con Él Dios que conocían, con Él Dios que quieren pensar ya no existe (porque saben bien que en algún momento en sus vidas si existió)  y con las ideas que quieren pensar son meras ilusiones.

El resultado de esta batalla queda en manos de la persona misma y solo hay dos escenarios que muestran Él fin de la misma. En uno de ellos tenemos un ser destruido que se rinde ante sí mismo y decide correr a los pies de Dios en busca de una restauración, que anhela sentir Él espíritu de Dios y reconstruir todo lo que él ha decido destruir y pero que no ha podido borrar de su memoria y ser. En el otro escenario tenemos un ser igualmente destruido pero que vive en un camino de oscuridad profunda que con una fachada muy elegantemente construida logra apenas sobrevivir el diario vivir para ser atormentado en los peores momentos de su soledad y profunda tristeza.

Son muchas la situaciones o las razones por las cuales un hijo o hija de Dios puede pasar de creer fervorosamente en Dios a convertirse en un agnóstico o quizás ateo y no hay quien, excepto por Dios, que pueda juzgar sobre la validez de esa decisión. No es algo que tiene que ver con cuanto más crea una persona en Dios que otra, es algo que depende de la fortaleza de esa persona y cuan fuerte es su fe. Estas son cosas que se cultivan, destrezas que se practican y se desarrollan a medida que caminamos el camino que Dios nos separa. Son herramientas que vamos aprendiendo usar para que en el momento en que nuestra vida sea sacudida y nuestras convicciones cuestionadas sepamos qué hacer y en dónde buscar el refugio necesario para no separarnos del camino de luz y verdad.